No sé cómo he accedido a una página web que muestra el trabajo de un pintor argentino llamado J.C. Ah! Ya sé porqué llegué a ese sitio de internet. Buscaba algo sobre pintura realista y encontré en un foro de opinión con una serie de paridas, topicazos y demás zarandajas. Sólo uno de los participantes dijo algo que yo mismo hubiera manifestado, más o menos: “la fotografía y la pintura son cosas distintas y una no elimina a la otra en ninguna medida y en cualquiera caso puede o no ser realista”; decir que una pintura realista no tiene concepto es tan simplista e inadecuado como “decir que una obra abstracta sólo son manchas y rayotas.”
Debo confesar que lo que pude ver del artista sudamericano no me entusiasmó demasiado. Para que el realismo pictórico me interese, a estas alturas de la historia del arte, debe contar con algo más que con un buen oficio. Por eso quizá me llame la atención lo que hace Lucian Freud. Por eso quizá me impresione el trabajo de José Luis Corella. Por eso también me ha sorprendido gratamente la pintura de Miguel Ángel Moya, a quien acabo de descubrir hace bien poco.
Al margen de que para más de uno el realismo es una manifestación abstracta como toda producción pictórica, no cabe duda de que en los cuadros de M.A. Moya cabe apreciar elementos realizados con una clara voluntad no figurativa. Es más, me atrevería a afirmar que nuestro artista ha sabido jugar con elementos estrictamente pictóricos, sin ninguna intención mimética, y conjugarlos habilidosamente con el resto del cuadro, sin crear estridencia alguna. Tal situación refleja de algún modo la pluralidad y el mestizaje que, de un tiempo a esta parte, viene animando la escena artística internacional. Rafael Prats Rivelles
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